Esta Es
Mi Clínica

La lección más importante, que aprenden los estudiantes de medicina como voluntarios en una clínica de bajos ingresos de Midvale, es la compasión.

Lo único que Lucía Jiménez* quería aquella tarde fría de finales de febrero era irse a casa. Durante meses había tenido tres trabajos que sólo le dejaban unas pocas horas de sueño entre turnos. Esos trabajos, en una fábrica y dos restaurantes, pagaban el alquiler y todos los servicios de un pequeño apartamento que ella y sus dos hijos compartían con otras dos familias latinas en Midvale, Utah.

El sueño tendría que esperar. Lucía tenía una cita en la clínica médica Community Building Community. Estaba desesperada por disipar la larga sombra de incertidumbre que su salud había proyectado sobre su vida. Así que esperó en la abarrotada recepción, con la cabeza hundiéndose lentamente en el pecho mientras se le cerraban los ojos, para volver a despertarse de un tirón y preguntarse una vez más por qué la habían hecho esperar tanto.

Durante cuatro tardes y noches, y dos mañanas a la semana, el CBC funciona como una clínica donde estudiantes de medicina voluntarios, atendían a pacientes indigentes y sin seguro. Unos pocos árboles, sin hojas, que rodeaban la antigua oficina de la inmobiliaria, ofrecían un pequeño respiro al fuerte viento.

Después de que Lucía sufriera dolores intestinales desde hace dos años, habiendo acudido a varias clínicas gratuitas del valle de Salt Lake en busca de ayuda. Y en todas las ocasiones se encontró con barreras, como es el lenguaje y comunicación con los profesionales de salud.

El primer médico, que revisó los resultados de sus análisis de sangre, le diagnosticó insuficiencia renal y le recetó una medicamento que no podía pagar. Sus familiares intentaron ayudarla con alimentos frescos y la animaron a beber mucha agua.

Cuando acudió a una visita de seguimiento, la breve explicación de otro médico, sobre la segunda ronda de pruebas, la dejó profundamente confundida. La angustia que le había provocado su primer encuentro médico no hizo más que empeorar. Un amigo le sugirió que acudiera a la clínica CBC. Allí estaba, esperando.

Por fin, un intérprete se asomó a la abarrotada recepción y la llamó por su nombre. El intérprete condujo a Lucía a un rincón estrecho frente a una mesa ovalada donde hombres y mujeres jóvenes con batas blancas se apiñaban frente a ordenadores, entraban y salían de las salas de consulta, o hablaban con un abuelito de pelo blanco.

Alguien le tomó los signos vitales. El intérprete llevó a Lucía a una sala de consulta y le presentó a Annie Li, de 23 años y bata blanca. Un estetoscopio le colgaba del cuello.

Li había empezado a estudiar medicina hacía sólo cuatro meses. Llevaba varios años trabajando como voluntaria en clínicas, sobre todo hablando con pacientes y escuchando sus historias. Su estancia en la clínica del CBC fue muy diferente.

En esos primeros meses, recopiló información de los pacientes para presentarla al médico de turno, el antiguo director del Departamento de Salud de Utah, y voluntario de la clínica desde hacía mucho tiempo, David Sundwall, MD. Era un poco desesperante. A veces, Li se quedaba paralizada delante de los pacientes y olvidaba qué preguntar.

Li escuchó la historia de Lucía a través del intérprete. Pudo ver la tensión en sus facciones y el esfuerzo que hacía para mantenerse despierta y se sintió mal por haber tenido que esperar tanto. La clínica estaba desbordada aquella tarde, uno de los estudiantes médicos se había retrasado por culpa del tráfico.

A Li le llamó la atención otra cosa: la historia de Lucía era parecida a la de su propia madre. Li, su hermana gemela, y sus padres, habían emigrado a Estados Unidos y a Utah. Dejaron China cuando las gemelas sólo tenían un año, su padre había conseguido un trabajo en ingeniería eléctrica en el valle de Salt Lake.

Cuando Li tenía siete años, a su madre le diagnosticaron lupus. Al igual que Lucía, la madre de Li había tenido dificultades para desenvolverse en el complejo sistema de salud estadounidense. Lo que le había resultado especialmente difícil era entender las pruebas de laboratorio.

Aunque hablaba inglés con fluidez, la terminología de las pruebas de laboratorio le resultaba confuso. Lucía le enseñó a Li un montón de papeles de laboratorio de hace más de dos años. "Nadie me explicó qué significan estas pruebas", dijo en Español.

Li se dio cuenta de lo mucho que le pesaba a Lucía no saber si acabaría necesitando un trasplante de riñón o diálisis. La mexicana no creía que pudiera permitirse esos milagros médicos.

La situación difícil de Lucía le trajo a Li recuerdos de su madre acurrucada sobre los resultados del laboratorio en la mesa de la cocina, con la preocupación grabada en el rostro y los labios moviéndose en silencio mientras intentaba pronunciar palabras que no conocía.

NECESIDAD INVISIBLE

Lucía Jiménez es una de las entre 3.000 y 5.000 personas que dependen anualmente del CBC para recibir servicios dentales y médicos. La mayoría, pero no todos, son hispanos. La necesidad de estos servicios se ve acentuada por la extensa lista de problemas socioeconómicos, de salud, y de otro tipo, que afectan a las comunidades minoritarias de Midvale.

La población de Midvale es un 24,5% hispana y un 11,7% de otras minorías raciales. Es una de las comunidades más diversas del condado de Salt Lake y de Utah. El Índice de Mejora de la Salud de Utah 2021 da a Midvale una calificación de 120,1. Eso clasifica Midvale como “un área de alta pobreza”, lo que significa que, según los compiladores del informe, hay “una mayor necesidad de mejorar en las áreas sociales y económicas que afectan a la salud”.

Es una población que se enfrenta a graves desigualdades de salud. La equidad de salud, según el Centro de Control de Enfermedades, “se alcanza cuando cada persona tiene la oportunidad de ‘alcanzar su pleno potencial de salud’ y nadie se ve ‘en desventaja de alcanzar este potencial debido a su posición social, u otras circunstancias socialmente determinadas’”.

Profundizando un poco más en las conclusiones del índice sobre la probreza encontrada en Midvale, no es difícil ver por qué su población se enfrenta a tantas adversidades, cuando se trata de estar sano. En comparación con los índices de salud del condado de Salt Lake y de Utah, Midvale registra el mayor porcentaje de hogares con madres solteras, y el mayor porcentaje de pobreza. Con 60.000 dólares, la media del ingreso familiar es una cuarta parte inferior a la del condado de Salt Lake, que es de 80.000 dólares.

Las tasas de suicidio, cáncer, derrames cerebrales, cardiopatías y muertes relacionadas con las drogas superan los índices de salud del condado y del estado. Pero, ¿cómo ayudar a una comunidad tan asediada, especialmente cuando muchos viven en la sombra porque son indocumentados? La respuesta que encontró el CBC, según el actual alcalde de Midvale, Marcus Stevenson, fue generar confianza.

Para ello, empezaron por desarrollar los servicios necesarios para satisfacer las necesidades. Desde clases sobre comunicación entre padres e hijos en culturas en conflicto, embarazo adolescente, terapia emocional y apoyo legal, hasta vacunas, un banco de alimentos, y clases de violín para niños. Se trata de un sistema de apoyo para familias latinas desfavorecidas y a menudo invisibles en los márgenes de la vida de Utah.

Desarrollar la confianza entre la antigua oficina municipal, convertida en 2013 en organización independiente sin ánimo de lucro, y una comunidad marginada durante mucho tiempo, no se consiguió de la noche a la mañana.

EL VALOR DE LA ATENCIÓN PREVENTIVA

Fuera de las antiguas oficinas del CBC, en el antiguo edificio municipal de Midvale, se encuentra la Campana del Centenario, fundida y montada en 1996 para celebrar los 100 años de independencia de Utah. Mauricio Agramont es el incansable director ejecutivo del CBC, que despliega ingenio y humor ante los constantes problemas de recursos y financiación para hacer realidad su visión de mejorar la vida de los latinos desfavorecidos de Utah.

Tras años de trabajo duro, Mauricio empezó a oír a los latinos instarse unos a otros: “Ve a la campana. Ya sabes, ¿la gran campana del centro? Ahí es donde puedes conseguir ayuda”. Supo que el CBC se había convertido en una realidad.

Al ofrecer servicios básicos al principio, Mauricio y su pequeño equipo, formado íntegramente por latinos, intentaron tender puentes con la comunidad que les permitieran animar a la gente a recibir también atención de salud preventiva.

Los mexicanos más desfavorecidos, de las zonas rurales, no buscan atención de salud. “Si tienes que elegir entre pagar el alquiler o comprar la ropa de tus hijos para el colegio; o entre comida nutritiva y cara, o el menú de un dólar, está claro lo que vas a hacer”, dice Mauricio. Y una de esas opciones es posponer la atención de salud hasta que una enfermedad potencialmente mortal no te deja otra opción que acudir a urgencias.

“Con una buena atención y prevención se pueden evitar esas urgencias”, dice el doctor Wayne Samuelson, decano de la Facultad de Medicina Spencer Fox Eccles de la Universidad de Utah.

“Cuando alguien muere por complicaciones de la diabetes, suele quedar ciego, tener insuficiencia renal, infartos. Sienten que pueden perder un dedo, o incluso una pierna”, dice Samuelson. “Prevenir eso es sencillo. Es algo que podemos hacer con personas que están estudiando para ser médicos”.

La pasión de Samuelson por la misión principal del CBC lo llevó a ser su primer médico voluntario a largo plazo. Él abrió el camino para los estudiantes de medicina que han sido voluntarios en la clínica desde 2013.

Lo que les permitió prestar servicios fue ese ingrediente clave que es la confianza, dice Christina Necessary, estudiante de tercer curso de Medicina, y una de las recientes responsables de la clínica-estudiante. “Se han ganado la confianza de la comunidad a través de todos sus programas. Y por eso, siento que nos ofrecen esa sensación de alcanzar un puerto seguro que ya han construido con la comunidad”.

Cada año, los estudiantes se basan en los cambios y éxitos de sus predecesores. En la clínica, los estudiantes aprenden lo que la teoría y el trabajo en clase nunca podrán enseñarles: las tensiones, los retos y las recompensas de servir a los más necesitados.

Esas recompensas no son monetarias, señala Samuelson. “A lo largo de los años, lo que he intentado es que los estudiantes de medicina, y las personas en formación, sientan lo estupendo que es hacer lo correcto por la razón correcta”.

AGENTES DEL CAMBIO

La historia del CBC, y su dispensario, es en gran parte una crónica de la evolución de una relación basada en la compasión entre quienes ofrecen ayuda y quienes la necesitan. Pero, también, es un reconocimiento de la extraordinaria oportunidad que ha creado la colaboración entre el CBC y los estudiantes y proveedores voluntarios.

En 2023, la Facultad de Medicina Eccles presentó un nuevo plan de estudios que incluye el voluntariado en clínicas como componente clave de los cuatro años de formación médica. Los estudiantes trabajan bajo la supervisión de médicos voluntarios certificados en cinco clínicas: Midvale CBC, People's Health Clinic en Park City; y tres clínicas de Salt Lake City: Fourth Street Clinic, Rose Park Clinic, y U of U Health South Main Clinic.

Sin embargo, junto con el entusiasmo, los estudiantes, los profesionales de salud, y los administradores de University of Utah Health se han planteado preguntas y preocupaciones sobre el proyecto: ¿Influirá en la cultura especial de las clínicas? ¿Qué ocurre cuando el voluntariado se convierte en trabajo obligatorio en un plan de estudios?

“Es un territorio desconocido”, afirma la Dra. Sara Lamb, Vicedecana de Educación de la Facultad de Medicina. Pero insiste en que la Universidad, sus estudiantes, y sus directivos, tienen la obligación moral de seguir ese camino.

Esta nueva red de clínicas para personas de bajos ingresos es una primicia no sólo para la U, sino para los centros médicos académicos de todo el país, afirma Lamb. Que sepamos, nadie ha hecho esto en las facultades de medicina”.

Aunque los hospitales universitarios tienen clínicas dirigidas por estudiantes voluntarios, nadie ha integrado realmente en el núcleo de su programa experiencias para los estudiantes a lo largo de los cuatro años de la facultad de medicina. Es algo que hacemos como misión de la facultad. Todos nuestros estudiantes van a tener una relación longitudinal con las cinco clínicas durante toda su experiencia en la facultad de medicina”.

Lamb espera que los estudiantes salgan de esta experiencia con el deseo no sólo de “no hacer daño”, sino de provocar el cambio. Recuerda una reunión de la Asociación de Facultades de Medicina de Estados Unidos en 2019, en la que el abogado y escritor Bryan Stevenson habló conmovedoramente sobre Just Mercy, sus memorias sobre su trabajo como abogado de derechos civiles defendiendo a un hombre que se enfrentaba a la pena de muerte. Hizo hincapié en la importancia de no retroceder ante retos como un sistema de justicia penal o de salud roto, sino acercarse y en lo fundamental que es la compasión para cambiar una sociedad injusta.

El discurso de Stevenson conmovió a Lamb. Le costó serenarse y abandonó el auditorio en lágrimas. Fue como una revelación. Se dio cuenta de que eso era lo que necesitaban los estudiantes. Que no se mantuvieran a distancia centrándose únicamente en cuestiones relevantes para aprobar los exámenes de la junta, sino que vieran de cerca el valor de prestar asistencia a quienes no tienen acceso a ella.

Lamb quiere que los estudiantes aprendan la mayor lección que puede ofrecer la clínica CBC de Midvale e iniciativas similares: el valor de la compasión en medicina.

Mientras lidiaba con la enormidad del cambio que estaban intentando introducir en el plan de estudios, lo que la inspiró fue la esperanza de que la integración del voluntariado clínico en el plan de estudios de cuatro años permitiría a los estudiantes de medicina graduarse como algo más que engranajes de un sistema roto.

Lamb espera que los estudiantes reconozcan las barreras al acceso y se conviertan en agentes de cambio a nivel mundial. Cree que la atención de salud debe considerarse un derecho humano básico. “Uno debe tener derecho a recibir los servicios que necesita para mantenerse saludable”, afirma.

EL SUEÑO DE UN ALCALDE 

Bordeada al Oeste por el río Jordán y el centro económico de Brigham Junction, con su miríada de oficinas corporativas y casas adosadas, y al Este por el extenso centro comercial Fort Union, Midvale se sitúa en el corazón geográfico del valle de Salt Lake. En la década de 1940, la calle principal de Midvale ofrecía joyas como la fuente de gaseosas más grande del país, la Vincent Drug Store.

Bajo un dosel de árboles, la calle principal de Midvale, en los buenos y en los malos tiempos, siguió siendo un icono de la pequeña ciudad estadounidense, con numerosas películas y programas de televisión que van desde el clásico de culto The Sandlot hasta The Stand, de Stephen King, fueron filmados allí desde la década de 1970 hasta la década de 2010. 

La construcción de la I-15 y la I-215, a través del corazón de Midvale, convirtió Main Street en un eco fantasmal de sí misma. El declive de las industrias siderúrgica y minera locales supuso para la pequeña ciudad una debacle económica y sociológica con la que aún lucha, a pesar de la fuerte renovación urbana y el desarrollo en sus fronteras.

A mediados de la década de 1990, la comunidad latina de Midvale sufría elevadísimas tasas de desempleo, suicidio, mortalidad infantil, y embarazos de adolescentes. Su acceso a la atención médica y dental era escaso o nulo. La respuesta de Midvale, en 1998, fue poner en marcha la iniciativa CBC.

La alcaldesa Joanne Seghini sabía que necesitaba a un latino para llevar el CBC desde sus debates iniciales y su función de investigación hasta la acción directa. En 2004 contrató a Mauricio Agramont.

Nacido y criado en La Paz, capital de Bolivia, Mauricio estudió en la Universidad de Utah. Estudió urbanismo, y se casó con una estadounidense. Tras siete años en su país natal, Mauricio y su esposa regresaron a Utah para formarse en la gestión de organizaciones sin ánimo de lucro.

En la Fourth Street Clinic se introdujo en el mundo de los pobres y los sin techo. En la Association for Utah Community Health aprendió sobre redes de seguridad para familias con bajos ingresos y sin seguro. Durante este periodo, vio una gran necesidad de atención de salud en Utah entre los inmigrantes hispanos de primera generación y decidió quedarse.

Cuando Seghini le ofreció a Agramont la dirección del CBC, no dejó pasar la oportunidad. Uno de los principales retos a los que se enfrentaba era la tasa de mortalidad infantil más alta de Utah, 11.6 por cada 1.000 habitantes. Otro era la tasa de embarazos adolescentes más alta de los 64 municipios de Utah. Niños de tan solo 11 años contraían ETS.

Para hacer frente a estos problemas, Mauricio necesitaba personas que pudieran relacionarse con aquellos a los que quería servir con humildad y comprensión. En un curso de formación sobre prevención del VIH celebrada en Utah en 2007, Mauricio conoció a una joven colombiana que le pareció el tipo de persona que buscaba para ayudarle a construir el CBC.

Nacida en la pobreza en Bogotá, María Consuelo Cala-Beltrán estudió psicología en la Universidad Nacional de Colombia. Trabajó para UNICEF-Colombia, con niños y jóvenes desplazados por el conflicto armado entre guerrillas y paramilitares en zonas a menudo peligrosas de los territorios septentrionales de Colombia. En 2001 se movió a Utah, donde su marido había conseguido un puesto en una empresa minera.

Mauricio la contrató como asistente. “Él tiene el sueño. Yo lo hago realidad”, dice María Consuelo. “Hacemos milagros cuando lo vemos de la misma manera”. Uno de los primeros milagros fue abordar la elevada tasa de embarazos entre adolescentes Latinos. En seis años, de los cuales ella trabajó en colaboración con Planned Parenthood, Midvale pasó del primer puesto del estado en embarazos adolescentes al 15º.

UNA LLAMADA A LA PUERTA

Antes de abrir el acceso a la atención de la salud a los latinos de Midvale, Mauricio tuvo que primero hacer que que confiaran en el CBC. Para lograrlo, puso en marcha Neighbor to Neighbor (El programa vecino a vecino). Mauricio Contrató a Ramona Velásquez Hernández, y a otras mujeres de México y Centroamérica, como promotores del CBC.

“Mi idea siempre fue que nuestros promotores comunitarios llegaran a la gente a través de nuestros servicios, como un banco de alimentos, servicios legales, educativos, etc., y luego canalizarlos a la clínica médica”.

En Ramona, Mauricio tenía a una persona que hablaba el idioma de los pobres rurales mexicanos. Los padres de Ramona, ella nació y se crió en Jalisco, eran demasiado pobres para alimentar a todos sus hijos. Sus padres la entregaron a otra familia para que la criara como sirvienta. Ramona Creció como sobadora, una curandera con habilidades -la entrenó su tía- que mezclaban homeopatía y técnicas de masaje.

Ramona Se casó a los 25 años, y siguió a su marido a Estados Unidos, cruzando el desierto en 1999 y estableciéndose en California. Criaron a dos hijos y se mudaron a Midvale, donde su marido limpiaba oficinas y ella trabajaba en escuelas. Vivían en un bloque inmenso de apartamentos donde muchos mexicanos de zonas rurales acudían por sus habilidades curativas. Recorría kilómetros y kilómetros visitando a los enfermos de su unida comunidad.

Como trabajadora de divulgación del CBC, Ramona hablaba con cualquiera que le abriera la puerta, hablando sobre la organización sin ánimo de lucro y los servicios de la clínica dental y médica. Si alguien tocaba a la puerta, ella no le decía “Hablemos de hipertensión”, sino “Hola, ¿qué tal?” y le invitaba a visitar el CBC con sus hijos. Ellos venían porque cuando la miraban y escuchaban lo que tenía que decir, se veían y se oían a sí mismos.

UN DEBER SAGRADO

En 2008 y 2009, el CBC instaló una clínica en un autobús estacionado junto a su oficina. Abría unas pocas horas un día por semana y atendía a entre 60 y 70 personas. Pero Mauricio sabía que las necesidades eran mucho mayores. Durante los siguientes seis años habló con varios centros de salud comunitarios financiados con fondos federales. Uno tras otro instalaron clínicas mobiles en las oficinas del CBC.

“Pensábamos que era una solución a largo plazo”, dice Mauricio. “Resultó ser a muy corto plazo”. En cada caso, la necesidad de atención era tan grande que la ayuda que podían ofrecer los centros de salud se agotó de inmediato y cerraron. “La única forma de garantizar el acceso a la atención de la salud es abrir una clínica nosotros mismos”, Mauricio le dijo a María Consuelo.

“Estás loco”, le contestó ella. “Podemos empezar poco a poco”, dijo él.

Al igual que la comunidad necesitaba atención médica, la demanda de atención odontológica era igual de grande. Mauricio recuerda que algunas personas tomaron cartas en el asunto. “No soportaban el dolor y se hacían ellos mismos las extracciones”, señaló.

Clínica dental dentro del CBC de Midvale.

Clínica dental dentro del CBC de Midvale.

Floyd Tarbet, DDS, un dentista jubilado, se ofreció a prestar servicios directos de empastes y extracciones. Encontrar un socio para añadir a la clínica atención sanitaria de medicina general resultó más difícil. Ninguna de las instituciones sanitarias locales a las que se dirigió estaba interesada.

Pero en 2010, la oficina de Disparidades Sanitarias del Departamento de Salud de Utah llamó para decir que la doctora Evelyn Gopez, de U of U Health, quería abrir una pequeña clínica comunitaria. La siempre franca Seghini tenía sus propias ideas. “Creo que la facultad de medicina le debe a la comunidad que sus profesores vengan aquí y atiendan a la gente pobre y sin seguro de Midvale”, le dijo a Gopez.

La idea de Seghini llegó a la mesa de Samuelson. Le gustó, pero el voluntariado por sí solo no era sostenible como proyecto fundacional. Su visión era poner en marcha una clínica comunitaria para tratar a pacientes sin seguro médico y que los estudiantes realizaran el trabajo práctico con poblaciones a las que, de otro modo, no podrían ayudar.

Samuelson le dijo a Seghini que los estudiantes se ofrecerían como voluntarios para ver pacientes en la clínica, pero no si se les decía que era a largo plazo. “Nadie levantaría la mano”, dijo.

Sugirió, en cambio, convertirlo en un sitio de enseñanza donde los estudiantes de medicina y aquellos que estudian otras disciplinas del cuidado de la salud puedan obtener experiencia clínica. El alcalde estuvo de acuerdo.

Una fotografía borrosa enmarcada cuelga en el CBC para conmemorar la asociación de Midvale con la escuela de medicina. La alcaldesa Seghini aparece en el centro. Los doctores Samuelson y Gopez aparecen a su derecha en la foto. Mauricio Agramont es el segundo por la izquierda.

Una fotografía borrosa enmarcada cuelga en el CBC para conmemorar la asociación de Midvale con la escuela de medicina. La alcaldesa Seghini aparece en el centro. Los doctores Samuelson y Gopez aparecen a su derecha en la foto. Mauricio Agramont es el segundo por la izquierda.

LA TERAPIA DEL CUIDADO

Samuelson atribuye su pasión por la medicina como noble vocación a un mentor en la facultad de Medicina. “Me convenció de que ser médico era un deber sagrado”. Samuelson pensó que si no ponía algo de sudor en el CBC, los estudiantes no se ofrecerían voluntarios. En junio de 2011, dirigió una clínica piloto en la Midvale Middle School con tres salas de examen.

Rápidamente aprendió que la seguridad del paciente era primordial. Cuando entró el primer paciente, el intérprete voluntario le dijo a Samuelson: “Voy a explicarle algunas cosas a esta persona”.

No se estaba grabando nada, le dijo al paciente. Samuelson no tenía ninguna relación con la policía y no se denunciaría a nadie a ninguna organización. La intención era garantizar que los pacientes se sintieran seguros contándole al médico cualquier cosa dentro de las cuatro paredes de la sala de exploración.

“Ya entiendo”, pensó Samuelson. Varias tardes a la semana conducía desde el campus de la U of U Health y aparcaba en el estrecho aparcamiento del CBC. Cuando entraba en las oficinas de la comunidad, todo lo demás en su vida desaparecía. 

“Esta es mi terapia”, decía a cualquiera que le preguntara qué sentía al trabajar en la clínica. Podía centrarse en las personas que le importaban y, de hecho, sentía que él también les importaba. Ramona le llevaba tamales caseros, y Mauricio y él se hicieron amigos íntimos y duraderos.

Los estudiantes voluntarios iban y venían, pero Samuelson era el médico de cabecera. A veces no podía evitar sentirse un poco posesivo al respecto. “Cuando un paciente ve a un médico por primera vez en su vida, es mayor y ha estado lidiando con cosas que tú puedes arreglar, y entonces el paciente te da la mano y te abraza y te dice: ‘Gracias’. Sabes, ¡guau! Esa sensación tiene que ser mejor que cualquier medicamento”, afirma Samuelson.

La clínica de Midvale le introdujo en un mundo nuevo. Muchos pacientes eran inmigrantes indocumentados de primera generación. El personal le explicó que intentaban pasar desapercibidos porque no tenían recursos. Trabajaban en la construcción, la limpieza, la comida rápida y en industrias de servicios para conseguir dinero en efectivo. Algunos habían huido de la violencia de los cárteles en sus países de origen. Habrían preferido quedarse allí si la violencia no les hubiera expulsado.

“Quiero que mis hijos vivan mejor. Mi vida es muy, muy dura”, le decían. Inevitablemente traían consigo el dolor y el sufrimiento que habían padecido en sus países de origen o en los viajes, a menudo angustiosos y desgarradores, para llegar a Estados Unidos.

La violencia traumática o la pérdida de seres queridos les provocaban migrañas, dolor de estómago, y problemas de estrés muscular. Sin embargo, su principal objetivo era terminar de pagar el alquiler del mes, los suministros y la comida. “Mi salud no es mi objetivo principal”, decían.

En algunas culturas de inmigrantes, dijo el personal, si no van al médico en 20 años, creen que eso significa que su salud es buena.

A Samuelson la clínica le cambió la vida. Los pacientes le hicieron partícipe de sus vidas. Vio de primera mano lo duro que trabajaban, lo mucho que se preocupaban por sus familias. Las noches en la clínica le dejaban completamente agotado. Sin embargo, se sentía revitalizado mental, emocional y espiritualmente.

Y para el personal del CBC, como Ramona, que se ponía en contacto con pacientes potenciales, la evolución de la idea de la clínica, a la realidad le fue muy importante. Ramona quería que la gente sintiera el orgullo que ella sentía, que su comunidad, hubiera dado vida a esta clínica.

Esta es mi clínica”, decía a cualquiera que le preguntara por qué trabajaba tanto por el futuro de la clínica de Midvale. “Esta es mi clínica”.

INVERSIÓN PERSONAL

Tras oír a Gopez suplicar a la dirección de U of U Health que se ofrecieran voluntarios para la clínica, el médico de familia jubilado David Sundwall se unió al CBC como segundo voluntario. “Puedo adaptarlo a mi horario”, pensó.

Voluntario de toda la vida, había pasado 17 años en un centro de acogida católico de la ciudad de Washington DC en el que dormían 1.200 personas, en su mayoría hombres negros que habían salido de la cárcel sin apenas oportunidades de rehacer sus vidas.

En todas las clínicas para indigentes o personas con bajos ingresos, en las que Sundwall ha trabajado como voluntario, se han detectado problemas médicos propios de la población de los pacientes. En el caso del CBC, Sundwall sabía que los hispanos tenían una mayor prevalencia del síndrome metabólico, que incluye enfermedades como la obesidad, la hipertensión, la diabetes y la hiperlipidemia. Todas estas enfermedades aumentan el riesgo de cardiopatías y otros problemas de salud graves.

Al principio, la clínica era gratuita, pero después de introducir un modesto copago, el número de pacientes que solicitaban cita en la clínica aumentó sorprendentemente. “Los pacientes querían invertir un poco en la comunidad”, afirma Sundwall.

Aun así, los pacientes del CBC no podían pagar por la mayoría de los medicamentos. Sundwall les ayudó a encontrar descuentos. Sundwall insistió a los estudiantes en la necesidad de ser sensibles al impacto de los costos de la atención de salud y tratar de ofrecerla de la forma más asequible posible.

Después de que el CBC perdiera su espacio de oficinas en la Midvale Middle School cuando se programó su demolición, Mauricio encontró una antigua oficina de un agente inmobiliario junto a una estación de Trax. Tenía espacio suficiente para tres consultorios, una zona dental común y una pequeña sala de conferencias. La joven pareja propietaria de los 3.000 pies cuadrados reaccionó positivamente a la idea de que el CBC hiciera de este espacio su hogar y les hizo un buen precio por el alquiler.

Sala de espera del CBC de Midvale

Sala de espera del CBC de Midvale

ÚLTIMO MÉDICO EN PIE

En marzo de 2020, cuando el COVID-19 irrumpió en Utah -y en el mundo-, la clínica cerró, pero solo durante una semana. Los profesionales médicos del CBC insistieron a las autoridades locales en que necesitaban permanecer abiertos para servicios de urgencia, ya fueran extracciones dentales, problemas médicos como infecciones que requirieran antibióticos y reposiciones de recetas. Si estaban abiertos, sus clientes se mantendrían alejados de las salas de urgencias del valle y de la posibilidad de exposición al virus.  

Salvo los servicios de urgencias y la UCI, el Hospital Universitario y U of U Health habían cerrado para casi todos los procedimientos y tratamientos médicos no relacionados con la pandemia. Esto significaba que Samuelson y los estudiantes de medicina no podrían acudir a la clínica durante muchos meses. Pero Sundwall insistió en ir.

“Fui el único profesional médico durante un tiempo”, afirma.

Otra trabajadora clave de la clínica durante la pandemia fue una persona recién llegada, vivaz y llena de energía. Magalí Velasco, ella era argentina. Manejaba los teléfonos, revisando la lista de pacientes antiguos y actuales, controlando a los que no podían salir de su casa, y rastreando los casos positivos de COVID-19 para el departamento de salud.

Muchos de los miembros de la comunidad latina de Utah trabajan en industrias como el empaquetado de carne y la limpieza de hospitales, servicios que tuvieron que continuar durante la pandemia. Con muchas familias viviendo en espacios compartidos y estrechos, existía una preocupación constante entre los trabajadores de la industria de servicios de llevar el virus a casa.

Cuando Magalí se puso en contacto con la gente para ver si necesitaban ayuda para el alquiler, vacunas o ayuda con las tareas escolares, muchos no querían ir al hospital. Temían morir allí. Al mismo tiempo, María Consuelo trabajaba sin descanso para mantener abierta la clínica con la ayuda de su hijo. Aunque les preocupaba llevarse el virus a casa, le dijo a su marido: “La comunidad nos necesita, así que ellos son lo primero”.

Hacia el final de la pandemia, María Consuelo incorporó a los líderes estudiantiles para poner en marcha programas de vacunación contra el COVID y contra la gripe en la clínica. Los líderes estudiantiles también se concentraron en crear el primer laboratorio de la clínica para suministrar no sólo vacunas COVID y contra la gripe, sino también otras vacunas para adultos y niños.

“Los estudiantes vinieron a ayudar no como parte de la clínica, sino como parte de la extensión a la comunidad”, dice Mauricio. Tras décadas tratando de atender las necesidades de la comunidad, Mauricio seguía viendo en Utah una pobreza a niveles que él esperaría de un país en desarrollo.

A medida que la pandemia disminuía, el CBC abrió un banco de alimentos, inicialmente con sólo 20 familias en busca de suministros. En pocos meses, ese número se había cuadruplicado.

La pandemia pasó factura a Ramona. A finales de los 70 o principios de los 80 -nadie, ni siquiera ella, sabía su edad real-, las restricciones de acceso le impedían entrar en los edificios de apartamentos para visitar a los miembros de la comunidad, como había hecho todos los días durante años.

Magalí absorbió algunas de las tareas de Ramona, como llevar a los alumnos a ferias de salud o asistir a conferencias de padres y alumnos. Llevaban una mesa con información sobre servicios sanitarios, comprobaban la tensión arterial y el IMC y ofrecían una prueba de prediabetes.

Magalí aprendió cómo funciona la atención caritativa, quién acepta a los indigentes y quién no, cuándo deben acudir a atención primaria, a urgencias o a cuidados urgentes, y cómo pueden evitar los pacientes una factura de 3.000 dólares.

“No sólo sabe dónde pueden acudir los pacientes, sino que les orienta para que no acaben con una factura que nunca podrán pagar”, dice Mauricio.

PRESERVAR EL ESPÍRITU VOLUNTARIO

Lamb rastrea las semillas para que la clínica CBC se convierta en un modelo para un plan de estudios de la escuela de medicina primero en su tipo a un ayuntamiento de la escuela de medicina en la primavera de 2018. Muchos estudiantes de medicina habían expresado su frustración por el hecho de que la experiencia médica académica no tuviera lugar para el trabajo clínico directo.

Su frustración incluso había llevado a algunos a cuestionarse por qué habían decidido dedicarse a la medicina en primer lugar. Esto le hizo pensar en cómo combinar la carrera de medicina con encuentros reales con pacientes.

Christina Necessary, estudiante de medicina, atiende a pacientes pediátricos.

Christina Necessary, estudiante de medicina, atiende a pacientes pediátricos.

Con el tiempo, esas semillas empezaron a germinar.

En una llamada de 2021 a Samuelson, Lamb le propuso una idea. “¿Qué te parece que Midvale forme parte de la experiencia en habilidades clínicas y que clínicas como ésa se conviertan en el núcleo de lo que hacemos como escuela?” “No sólo para los estudiantes que optaron, sino para todos los estudiantes”.

Mientras Lamb, Samuelson y otros daban cuerpo a la iniciativa, profesores y estudiantes expresaron su preocupación por aprovecharse de los pacientes y garantizar una atención de alta calidad. Lo último que quería Lamb era que pareciera que la facultad estaba presionando a los estudiantes de medicina para que atendieran a personas vulnerables que de otro modo no tendrían acceso, o que les dieran una atención menos que óptima.

También había otros retos. Ampliar el tiempo clínico para que siga siendo una experiencia significativa para los estudiantes y esté estrechamente vinculada al núcleo de su programa educativo; mantener el interés y la inversión de los estudiantes. Y convencer a los profesores escépticos de que los estudiantes, que tardan más en atender a pacientes con poco tiempo, no les perjudican.

Estudiantes de medicina consultan con un paciente.

Estudiantes de medicina consultan con un paciente.

El personal y los pacientes del CBC no comparten las mismas preocupaciones sobre el programa, señala Lamb. Más bien están entusiasmados e inspirados por lo que está ocurriendo.

Un temor expresado por los estudiantes que han trabajado como voluntarios en la clínica ha hecho reflexionar a Lamb. ¿Hacer de la experiencia clínica dirigida por estudiantes una parte esperada de la facultad de medicina arruinaría el espíritu de voluntariado?

“La motivación intrínseca y el deseo de servir forman parte de esta experiencia”, afirma Lamb. “Que algunos estudiantes lo hagan para marcar una casilla, que sea más transaccional, más sobre su propio desarrollo y crecimiento profesional que sobre las personas que nos necesitan para ayudarles a obtener la atención médica que necesitan, eso es algo que no queremos”.

ESTO ES TODO LO QUE TENGO”

Ese espíritu de voluntariado fundacional animó la clínica nocturna de febrero de 2023, cuando Li escuchaba a Lucía Jiménez. Otro estudiante estaba a cargo esa noche. Zachary Moore, un joven de 25 años de primer año con una pasión similar a la de Li.

Nacido en California, Moore habla español. Cumplió una misión de dos años para la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días en Ciudad de México y la cercana Toluca. Las personas que conoció allí expresaron su frustración por un sistema de atención sanitaria en el que había muchos profesionales médicos, pero pocos que los pacientes consideraran que tenían la formación o los recursos adecuados.

Conoció a cientos de personas que no habían visto a un médico en muchos años. “No tenían ninguna oportunidad para acceder a la atención médica”, afirma. Cuando Moore regresó a Estados Unidos, se ofreció como intérprete médico. Quería mantener su español y continuar con su ética de voluntario en misiones.

En una clínica conoció a una paciente asustada por el costo de su tratamiento. No hablaba inglés, había emigrado recientemente, y presentaba síntomas de diabetes avanzada y daño diabético.

Mostrándole un billete de 20 dólares, le dijo: “Esto es todo lo que tengo. ¿Cubrirá esto?”.

Moore le dijo que no habría factura y que sus medicamentos tendrían un descuento considerable. Aun así, su vulnerabilidad y angustia le dejaron su huella. Dos semanas después de empezar la carrera de medicina, Moore se apuntó como voluntario al CBC.

En clase, aprendió los exámenes físicos básicos, y los practicó con pacientes estandarizados que habían sido examinados para ser “normales”. Realizar exámenes físicos a pacientes de Midvale fue una experiencia diferente.

“Es muy valioso venir aquí y no tener a alguien que ya sabe lo que vas a hacer”, dice. “La interacción con los pacientes mientras hacemos la historia clínica y el examen físico tiene un valor incalculable. No hay nada que lo sustituya”.

EL PORTADOR DE BUENAS NOTICIAS

En una sala de hemograma, Li revisó los tres resultados de laboratorio de Lucía y una radiografía de sus riñones. Lucía miraba a lo lejos, con los ojos vidriosos de cansancio. “Nadie me explicó lo que significaban”, dijo en español, con el rostro demudado por la preocupación.

Con su escaso nivel de inglés, no había podido insistir en que alguien se lo explicara. Y cuando otro médico con el que se reunió por primera vez en otra clínica gratuita le pidió pruebas diferentes, la comunicación se rompió aún más.

Al igual que Lucía, la madre de Li se había centrado sólo en lo que los resultados identificaban como irregular o anormal, sin saber lo que realmente significaba. Li sabía que, en muchos casos, no significaba necesariamente que algo fuera mal.

Al repasar las páginas de pruebas y resultados de Lucía, Li se dio cuenta de que la primera serie de análisis contenía algunas cifras alarmantes. Pero el hecho de que Lucía siguiera una dieta más sana y bebiera mucha agua había dado sus frutos. Los resultados posteriores mostraron que sus riñones estaban bien. En realidad, mejor que bien. Las pruebas revelaron un buen cuadro de salud general.

Con cuidado de no utilizar un lenguaje fuerte, ya que sólo era una estudiante de primer año, Li intentó transmitir a Lucía que no creía que los resultados fueran tan malos como ella creía. Le dijo que lo consultaría con Sundwall y que él vendría a verla. El médico revisó los resultados y coincidió con la valoración de Li. La función renal de Lucía estaba mejorando.

Sundwall se sentó junto a Lucía y le tocó la mano para tranquilizarla. Aunque las pruebas no eran del todo normales, le explicó a través de un intérprete, no eran tan malas como para necesitar ver a un especialista. Habló tranquilizadoramente.

“Tenemos que seguir monitorándote para entender lo que está pasando. ¿De acuerdo?”

“Gracias”, dijo Lucía en un inglés entrecortado.

Li sonrió suavemente. Lucía le devolvió la sonrisa. Se subió el cierre de la chaqueta.

Hacia el este, el sol poniente se había abierto paso entre las nubes para teñir de rosa anaranjado los picos nevados de las montañas Wasatch. Pero lo único que Lucía podía pensar era que por fin había recuperado su futuro, libre de la confusión médica. El alivio suavizó las líneas de cansancio de su rostro mientras caminaba hacia casa con sus hijos.

*El reportero Stephen Dark pasó dos semanas entrevistando a personal, pacientes y doctores de la clínica CBC Midvale. Durante ese tiempo, Dark, quien habla español, se ofreció como intérprete para pacientes y doctores. Lucía Jiménez es un compuesto creado a partir de varios pacientes que conoció en la clínica.

Midvale CBC apareció recientemente en un video que se trata de varias clínicas dirigidas por estudiantes en la Facultad de Medicina Spencer Fox Eccles de la Universidad de Utah.

Midvale CBC apareció recientemente en un video que se trata de varias clínicas dirigidas por estudiantes en la Facultad de Medicina Spencer Fox Eccles de la Universidad de Utah.

ESTA ES MÍ CLINICA

Histora por Stephen Dark
Concepto por Stephen Dark y Aaron Lovell 

Diseño Gráfico:
Laurie Robison

Fotografía:
Charlie Ehlert
Stephen Dark

Editor, Productor:
Aaron Lovell

Gracias a la Ciudad de Midvale, a el personal y los pacientes de Midvale CBC, y a la facultad y los estudiantes de la Facultad de Medicina Spencer Fox Eccles de la Universidad de Utah. Gracias por su tiempo y contribuciones hacia esta historia.